En esta entrada de transición entre el pasado reciente y el
futuro esperanzador, con el brazo recién vacunado y el verano entero para
nosotros, quería acordarme de algunas lecturas que me acompañaron durante esos
meses, después del confinamiento (en el que apenas pude leer, tal era el
bloqueo), y que me sirvieron para reconciliarme con los libros, esos que nunca
me abandonaron porque fui yo el que lo hice. Esta es la primera de dos partes
de seis libros que fueron el inicio de algo, o el reencuentro de un lugar – el
de las lecturas – en el que se está muy calentito y del que nunca deberíamos
haber salido.
Memorias, Susan Sontag.
Sin duda, una de las mejores biografías de los últimos años. Una vida apasionante, paradigma de una época y un lugar – los Estados Unidos de segunda mitad del siglo XX. Había leído Sobre la fotografía, el maravilloso ensayo de la autora sobre este arte, y conocía de forma indirecta parte de su vida por ser admirador de la obra de su pareja durante años, Annie Leibovitz, una leyenda de la fotografía. Intuía que detrás de Sontag había una vida apasionante y es justo lo que me he encontrado. La vida de una leyenda de la vida y la sociedad neoyorkina escrita con minuciosidad por Benjamin Moser, un prestigioso escritor norteamericano, colaborador habitual de. New York Times, y experto en Sontag. Me ha encantado conocer a la joven Sontag, inadaptada al tiempo que le tocó vivir, en uno de tantos casos en los que el genio tiene que escapar para conseguir una realización personal plena. Y he pensado en otros como Pedro Almodóvar, cuya huida del pueblo a la gran ciudad nos permitió décadas después disfrutar de su talento. Una lectura muy recomendable. Huidas de tipo diferente, aunque igual de necesarias para los que las protagonizaron.
Mujer al borde del tiempo, Mary Pierce.
Otra gran novela de autora, que sigue la senda de otras novelas distópicas desde una interesante óptima femenina (no quiero nombrar a la innombrable Cuento de la Criada, y mira, ya lo he hecho). La libertad y la falta de ella, la capacidad de liberación personal y no física a la que muchos (y sobre todo muchas) se han visto obligados (y sobre todo obligadas) a lo largo de la historia. Y aunque en la novela esta falta de libertad se manifieste en forma de prisión, lo que hay detrás es todas esas millones de mujeres en el mundo, en nuestro propio continente, en nuestro propio país, e incluso en nuestra propia casa, que no han tenido la libertad de hacer lo que han querido, cuando han querido, como han querido y donde han querido. Vaya este libro por ellas.
Poemas en
cuarentena, VVAA
He dejado pasar unos meses de forma deliberada porque creo
que estos proyectos crecen (o menguan) con el tiempo. Es decir, el tiempo los
pone en su lugar, para bien siempre, porque la criba en cuestiones artísticas
es necesaria, y la ausencia de ella hace que comamos paja cuando en realidad
queríamos comer trigo.
Tenía dudas sobre el valor artístico real de este proyecto,
aunque nunca dudé sobre el valor emotivo del mismo. En plena cuarentena, un
puñado de poetas (aficionados, menos aficionados, artistas multidisciplinares)
se agrupaban en torno a la iniciativa de una poeta de Puertollano (Ciudad Real)
que animaba por Instagram a la expresión poética del confinamiento. A convertir
las angustias, las reflexiones, la expresiones de amor y nostalgia, en versos que
recitar y compartir. Y un editor cogió el testigo y convirtió el fenómeno de la
red social en un libro, que leí pronto, recién publicado, y que he dejado
macerar para volver a leerlo meses después, en dos largas y cálidas noches de
verano. Y he de decir que el poemario
está lleno de carga emotiva, que se siente en cada poema, en la contribución de
cada uno de los autores, algunos a los que pongo cara y conozco de su pasión e
implicación. Sigo dejando en segundo lugar su valor creativo y literario real,
y no digo que no lo tenga, pero es tal la emotividad del proyecto que este no
deja ver el resto. E insisto, no trato de quitarle valor sino de describir un
proyecto que desborda en ese componente anímico tan frágil en el que todos en
mayor o menor medida nos podemos ver reflejados.
Un libro con el que podremos explicar mejor este año y medio que todavía no nos acabamos de creer.
Feliz verano y felices lecturas.
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