No seré yo el que le enmiende la plana a nadie. Todos mis respetos a aquellos que llevan hasta las últimas consecuencias aquello de que segundas partes nunca fueron buenas. El mismo carpe diem que les hace pensar que una vez constatado un fracaso es mejor mirar hacia adelante y no repetir, es el que a mi me sirve para justo lo contrario. Creo firmemente en las segundas oportunidades, aunque detrás de ellas todo huela a fracaso de nuevo.
Y es que creo que, por encima de
todo, volver a recorrer caminos ya andados nos enriquece, nos permite
profundizar, detenernos en aquello en lo que no reparamos, enmendar errores. Y
qué demonios, volver a equivocarnos, repetir también en el error, para aprender
o simplemente para constatar nuestras debilidades.
El beso que sabes que, años
después, te va volver a complicar la vida (pero que volverías a dar mil veces),
la vez que no te callaste cuando ya sabías qué pasa después (la tormenta que
desatas), perdonar otra vez, y que vuelvan a decepcionarte (porque siempre es
mejor volver a confiar que dejar de hacerlo). Decir, en resumen, más veces que
sí que más veces que no. Y dormir bien, que al final la vida se trata de eso:
de dormir bien.
Mis segundas oportunidades
recientes son como las anteriores, fruto de entender las primeras ocasiones
como el primer capítulo de algo más grande. Aquí no hay nada escrito, y en mi
libro (metafórico) solo escribo yo. Porque todos sabemos que las cosas más
ricas al principio siempre saben mal. Buscad vosotros los ejemplos.
Dos libros que representan dos
oportunidades nuevas: la primera, la de un libro que parte de otro y al que era
difícil no haberle cogido manía; y la segunda, el regreso a un hábito perdido,
el de correr, y un libro que se ha cruzado en mi camino. Pasen y lean.
Contra la España vacía, Sergio del Molino
Decir que La España vacía (su lectura, el propio libro) fue un error para explicar esta segunda oportunidad es totalmente injusto. De hecho, solo puedo decir cosas buenas del primer libro que puso en la órbita del éxito absoluto a Sergio del Molino, del que valoro muchísimo su obra más literaria y menos ensayística.
Si no habéis leído La España vacía os estáis perdiendo
conocer el germen de lo que ahora es un movimiento absolutamente
institucionalizado en torno a lo rural, a la necesidad de preservarlo y a la
reivindicación de una España a la que se ha dado de lado por la migración
inevitable (laboral, social, económica) de las gentes de los pueblos a las
grandes concentraciones urbanas. Luego aparecieron otros (muchos) libros, políticas
dedicadas a defender lo rural, incluso tenemos a un partido – Teruel existe –
en el congreso. Pero Sergio del Molino puso la primera chincheta en el mapa.
Y en un ejercicio de humildad y
(sobre todo) de responsabilidad, el autor, consciente de que su libro ha sido
bandera para muchas causas, y algunas alejadas del propósito inicial, nos
propone una vuelta a los mismos principios, a los argumentos originales e
incluso a autocorrección de sus propias conclusiones.
Contra la España vacía es, más que un libro, un diálogo entre
escritor y lector sobre qué es España, dónde encajan los nacionalismos, si
tiene sentido que el franquismo siga en las mesas de debate o donde quedan en
el debate de la España vacía las pequeñas capitales de provincia, tierras de
nadie en muchas de estas discusiones.
Pongo en valor este libro extraordinario
de Sergio del Molino, con el que muchas veces no comparto opiniones, y quizás
sea precisamente por eso, porque en esa suerte de diálogo que comentaba antes, el
debate con él es sano y constructivo. Es un gran escritor, un estupendo
tertuliano y un magnífico ensayista. A Sergio del Molino hay que leerle aunque
no leas.
De qué hablo cuando hablo de correr, Haruki Murakami
En el año 2007, el escritor japonés Haruki Murakami recogió en un libro su relación con el running (él no utiliza el ya universal neologismo, habla simplemente de "correr"), una obra que ya es un clásico de la literatura deportiva, si es que podemos darle a este género entidad como tal.
Murakami
convierte sus reflexiones en una suerte de memorias, un recorrido vital donde
el oficio de escritor y su afición por correr van de la mano, y lejos de ser dos
actividades paralelas e independientes, una no se explica sin la otra.
Según
Murakami, él no sería el mismo (ni como ser humano ni como escritor) si no
hubiera decidido treinta años atrás convertir las carreras de larga distancia
en una parte fundamental de su vida.
Ahora
que he retomado tras muchos años la rutina de salir a correr (un consejo, a tu
médico hay que hacerle siempre caso), las enseñanzas de uno de mis escritores
favoritos no pueden ser mejor compañía.
Murakami
nos habla de perseverancia, de buscar la motivación en uno mismo, del espíritu
de superación. Pero sobre todo nos habla de no temer miedo al fracaso (¿Qué es
en realidad fracasar?), de cuidar el talento pero no confiarse exclusivamente
en él y de encontrar el equilibrio personal siempre, hagas lo que hagas.
Un libro que nos habla de correr, de escribir, de correr y de escribir; pero que en realidad nos habla de los mismos principios que rigen y marcan el éxito y la felicidad en nuestro entorno, en nuestro trabajo, en nuestra vida.
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