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Recomendar sin preguntar

Como ya hablé - y no me quiero repetir - de cómo la ficción podía ser un artefacto perfecto para mostrarnos la realidad de las cosas (de las cosas que vemos, de las que nos rodean, de las que sentimos), hoy voy directamente a hablaros de dos de ellas (de dos libros, por tanto) cuya lectura es de las que recomiendo en cualquier sitio, en cualquier lugar, me pidan o no una recomendación.

Así que si no queréis una recomendación literaria de estas que caen del cielo, procurad no coincidir conmigo en la cola del supermercado, esperando el autobús, en el ascensor. Porque allí estaré yo, no hablando del tiempo sino del libro que tenéis que leer dejando todo lo demás a un lado. Te lo recomendaré aunque no te guste leer, aunque no te caiga bien, aunque no hables mi idioma ni yo el tuyo. Aquí están, dos novelas que hablan del estado del bienestar (del que tanto presumimos y que a veces ni se ve ni se le espera) y de una historia inolvidable que viene de la resaca de la crisis del sector minero en Inglaterra de los años 80, que bien podría ser nuestra historia; cualquier de los dos libros puede ser perfectamente el mejor libro que ha pasado este año por nuestro blog. Pasen y lean:

Estado del malestar, Nina Lykke


A veces necesitas que un libro te de un puñetazo en la cara que te devuelva al verdadero motivo por el que leemos, que no es otro que sorprendernos, levantarnos del asiento como a otros les levanta el gol de su jugador favorito. Nosotros, los lectores, a veces aplaudimos por un buen libro, y nuestros hijos nos miran cada vez menos sorprendidos porque ya nos han visto hacerlo muchas veces. Este año Estado del malestar es el libro del puñetazo, una bomba que nos han puesto en la mano (gracias Ruth) cuando estaba a punto de estallar. Ha sido abrir sus páginas, y ¡Boom!, claro, ha estallado.

Una ciudadana noruega de clase media, felizmente casada y con dos hijas, residente en el barrio más prospero y progresista de Oslo, se enfrenta de repente con que todo puede reventar en cualquier momento. Y todo es TODO. Y entonces uno o una piensa que los caminos que te han llevado a la presunta felicidad son construcciones de cartón piedra, y que toda la culpa de nuestra ingenuidad es solo nuestra, porque detrás de ese mago de oz que nos contaba la receta de la felicidad también estábamos nosotros, contándonos a nosotros mismos la mentira.

Y esto lo cuenta Nina Lykke en la ficción más despiadada leída por el que escribe en meses, con un humor igual de despiadado y con una conclusión incontestable: Nadie estamos a salvo de la lava del volcán.

No puedo recomendar más este libro, tengas la edad que tengas y las expectativas que tengas de todo esto que nos hemos construido y de lo que tan orgullosos estamos. Y no puedo contarte más porque puedo prescribir y recomendar libros con el mayor entusiasmo pero no he venido aquí a arruinarte la experiencia.

Historia de Shuggie Bain, Douglas Stuart


He terminado esta semana Historia de Shuggie Bain (o Shuggie Bain a secas, su título original) y ha sido tal la experiencia que me ha sido imposible no reseñarlo de inmediato. Cuando un libro te abruma y te acompaña de esta manera es cuando no entiendes qué hacen los que no leen, por qué se privan de esta maravillosa experiencia. La epopeya Shuggie Bain debería ser parada obligatoria para cualquier amante de los libros que se precie (y que se aprecie a sí mismo).

En medio de la crisis industrial británica de los años ochenta que acabó con el cierre de una buena parte del sector minero del país (y de otras cosas que el libro muestra de forma magistral) conocemos a los Bain, una familia de Glasgow que sobrevive como puede (los grandes damnificados de todas las crisis hacen eso, sobrevivir como pueden) y que nos ayuda a entender qué cosas pasan cuando la vida te pasa por encima.

Shuggie Bain es el hijo de una familia desestructurada, y sin ánimo de reventar nada (la historia crece con el lector y no me parece de ley desvelarla) vamos a ser testigos del nacimiento, infancia y adolescencia de Shuggie, de la relación con su madre (que probablemente sea la verdadera protagonista, no ella, sino la maravillosa relación entre una madre y un hijo) y de su adicción, de su padre, de sus hermanos (increíbles secundarios). Y de sí mismo, de su condición de diferente en un entorno hostil.

Es además el testimonio que confirma de nuevo que hay un sector débil que sufre siempre más que el resto (aunque los negacionistas de la violencia de género no quieran verlo). Si eres mujer, homosexual, o simplemente si te identifican con el débil, las posibilidades de sufrir más y peor el castigo de los fuertes son mayores. Siempre fue así.

Una de las muchas virtudes de la novela es el enorme valor de narrar una historia desde el punto de vista de los personajes que a veces son secundarios pero que la mayoría de las ocasiones son puro escenario. Nadie pone voz a los aledaños de la crisis contada, a las miserias de lo cotidiano, al drama personal de cada individuo de la retaguardia de la vida. Y este libro lo hace.

Historia de Shuggie Bain es la historia oficial de una época, es el gran libro de la Gran Bretaña de los 80, del periodo más duro del thatcherismo. Y el lugar también es singular, también representa una de las esquinas de la historia oficial: En Escocia, y Glasgow en particular, la crisis convulsionó de forma especialmente virulenta.

Creo que he terminado el libro del año, y también creo que no desvelo nada extraordinario con ello, ya que solo he leído enormes elogios alrededor de la novela, y el haberle sido concedido el premio Booker en 2020 no parece una casualidad. Corred a regalar y a regalaros este libro para las próximas navidades. Nadie tendrá un regalo mejor que este. Un libro sobre la vida y sobre la fuerza del ser humano para hacer de cada día una nueva oportunidad para transformarlo todo.

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